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31 Ene

Bosques internos y externos

Me ha tocado convertirme en guardián de un nicho particularmente hermoso de naturaleza. En mi proceso de entender este espacio y cómo apoyar en su manifestación, he generado paralelos entre mi mundo interno y el de afuera. De manera extremadamente lenta se han develado ritmos  que entretejen mi realidad individual y los patrones de la vida misma. Para acompañar este proceso empiezo esta serie de observaciones, investigaciones e contemplaciones sobre el mundo natural que me rodea y me permea.

En espera que sea de interés y ojalá de pronto un deleite para ti, estimado lector.

Bosques internos

Vivo en una cañada (Agua Blanca, Michoacán) acurrucada entre los cerros de la intersección de la Sierra Madre Occidental y el Eje Nevolcánico. La geología del espacio genera una espectacular diversidad de expresiones: arroyos que se suspenden en cascadas, grutas encrustadas en la montaña, plataformas con vistas magníficas, humedades y temperaturas que devienen en un sinfín de gestos de vida.  En el bosque coexiste el cactus y el plátano, el huizache y el limón. La clasificación oficial de ecosistemas, sugeriría una especie de fusión de hábitats. No existe una página de Wikipedia que simplifique el entendimiento de este nicho, por lo que tendré que ir por partes. Podrían dar pista otros enclaves parecidos del Eje Neovolcánico como Tepoztlán o Uruapan.  Valles y cañadas tropicales rodeados de bosques de pino y ambientes alpinos en los antiguos volcanes.

Dentro de esta diversidad, soy uno más de los habitantes de una zona de transición entre dos ecosistemas diferentes, ecológicamente conocido como ecotono. En estos márgenes hay una explosión de expresión de vida. Dependiendo donde estás parado en Agua Blanca,  cambia drásticamente la lógica de humedad, nutrientes y especies que componen un ecosistema. Difícil de englobar o de comprender, vivir aquí es una sinfonía de impresiones, que me he puesto el reto de describir. Escribe el eco-poeta David Whyte: «la atención es la disciplina oculta de la familiaridad«*.

Enclavado en la montañas, si te encuentras en un punto alto del terreno, puedes encontrar selva seca. Este bosque refleja los cambios climáticos, variando inmensamente entre épocas de lluvias y y periodos de sequía. Funge como mi recordatorio de que las necesidades que tengo, la energía disponible, varían entre momentos del mes y del año.  La selva seca tiene importantes adaptaciones para sobrevivir los meses de poca agua. Como los árboles que pierden sus hojas para no gastar energía adicional en la fotosíntesis. Esto lo hacen las plantas ‘caducifolias’ a diferencia de las ‘perennifolias’.

Curiosamente muchas árboles florean cuando pierden sus hojas, para aumentar sus posibilidades de atraer un polinizador y que así se distribuyan sus genes por el mundo. Así también yo, florezco cuando desecho actividades no esenciales a mi centro.

Árboles vecinos
(1) Papelillo (corteza se desprende como exfoliante papiráceo), (2) colorín (hipnótico y sedante, escudo contra mal de ojo), (3) cazahuate (importante herbicida), (4) huizache (acacia, semilla que parece la del tamarindo), (5) mezquite (se hace harina su semilla con su contenido fructoso y cantidad de micronutrientes), la guayaba o la ciruela mexicana (o jobo como es conocida en el sur).

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Unos pasos más abajo, o pasando un manantial de agua, una bolsa de humedad, me deleito en un enclave tropical. Aquí los colores son más turbios, la vegetación más cerrada, el sonido del agua rebota en la densidad.  Los árboles, como el cedro rojo (1), el amate (2) o el zapote, se caracterizan por tener hoja ancha y gruesa. El amate amarillo tan sobresaliente, es un higo, y en Michoacán se le conoce como Tziranda. Las raíces de la tziranda trazan curvas sugestivas, abrazando rocas y grutas. Parecen olas de aire, expresiones del tiempo, pasos finos de baile.

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Las copas de los árboles tropicales se llenan de sorprendentes bromelias, elegantes orquídeas u estructurados helechos. A nivel del piso las plantas están adaptadas para vivir en sombra y con niveles altos de humedad, como la magnánima hoja elegante (3), el ramón colorado (nombrado por su predilección para forrajes) (4), el  dadivoso café o las heliconias (la ‘flor que ilumina la selva’ y que puede durar hasta 20 días ya cortada)(5). La heliconia deriva su nombre del monte griego Helicón, hogar de musas eternamente bellas y jóvenes. El nombre lo comparten una variedad de mariposas(6) que colocan sus huevos en la planta de la maracuyá. Este revoloteo inspirador de colores ayuda que cada momento en este bosque sea completamente único, cada pensamiento fresco y emoción renovada.

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Con tanta diversidad en un pequeño rincón de Michoacán, es fácil de entender la gran variedad de expresiones culturales en México. Generaciones que han sido bendecidas por los climas, colores y sabores de nuestros bosques. Poemas, canciones y formas de pensar moldeadas por las figuras orgánicas que nos rodean, el canto del río y el soplo del viento. Dice Norman Rodea (guía y explorador de formas de relacionarse con la naturaleza) que para realmente conocer un espacio, sus ciclos, riquezas y secretos se requieren siete generaciones. Esto es ser indígena. Otra definición de ser indígena, dice, es que cualquiera que ama su tierra puede convertirse en guardián de su lugar. Agarro vuelo.

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